
Es un filme poético y filosófico como el propio Fellini y es inútil tratar de comprenderlo si se rechaza dicha evidencia y si se pretende abrirse a él sin abrirse primero al alma y la mentalidad de su autor.
La fidelidad a lo real y lo establecido ya no necesariamente es lo estético, sino la capacidad expresiva y comunicativa profunda donde a la árida y llana lucidez y capacidad de raciocinio se le demanda un espacio para el conocimiento espiritual y un tanto mágico al que nos invita Fellini en su mundo surrealista.
No podemos decir entonces que en este y otros de sus filmes Fellini sea un narcisista, ilógico que no piensa en nosotros como espectadores, pues siempre está en la búsqueda de la mejor forma expresiva para involucrarnos a un nivel dignamente profundo, aún incluso en su comunicación intrapersonal que pudiera convertirse en un dialogo espiritual e intelectual muy personal si nos permitiéramos olvidarnos de lo convencional.