
Si en algo insiste Amélie, es en el valor de las pequeñas cosas, esos pequeños placeres de lo cotidiano a los que a veces se presta la suficiente atención. Por eso cada nuevo personaje que entra en la escena es precedido por una descripción de las cosas que le gustan y desagradan. Pequeñas cosas, que de alguna manera componen el Universo del personaje. La fantasía, o mejor dicho, la capacidad de fantasear es otro de los valores que se destacan en Amélie.
Un tercer aspecto a destacar de Amélie es su carácter metafórico. Bellas metáforas adornan muchas de las escenas. Una cajita que se transforma en símbolo de la niñez perdida.
Excelente sobre todo la actriz que interpreta a Amélie, Audrey Tautou, que con sus gestos y miradas le da un carácter muy especial al personaje, sobre todo cuando mira directo al foco de la cámara, como buscando la complicidad del espectador e invitándolo a entrar a su mundo. En ocasiones recuerda a Chaplin.
Y por supuesto la fotografía, que nos muestra los rincones más bellos de París, pero sin excederse, teniendo como fondo una banda sonora inmejorable de Yann Tiersen.
Amélie es, más que una comedia romántica, una fábula sobre el amor y la posibilidad de hacer el bien.